sábado, 25 de octubre de 2008

Una pena


Estamos a las afueras del último tiempo, esperando tal vez las sonatas quebrar…
o quién sabe…tan solo un poco de aliento; el mar…la brisa, hacen que este palpitar
engrandezca la melancolía de un dulce amor que desvanece al terminar del día;
de este amor que llora, llora y se quebranta…llora, llora y aún así enmudece.
¿Cómo hacer para escuchar la melodía del alma llorar?…si a lo lejos se avizora a
los asesinos…aquellos carniceros que vienen sedientos de la triste eh inocente alma
que tan solo llora y camina al ritmo de su suave melodía…
El viento soplando su falda…el cabello cubriendo su faz…la pena en su mirada…
lágrimas resbalando por las mejillas que no saben ocultar el disfraz de alegría que ella quiere demostrar. El viento soplando otra vez…las hojas cayendo; la luz incolora trata de llegar a ella, sufre…pero penetra las grandes ramas del bosque, entonces…un rayo diminuto recae en ella; se agacha, eleva la mirada, y se vuelve ciega por tanta luz; pero…ciega así, se levanta y camina hacia la orilla de un lago que está cerca; la bella dama lo contempla y se sumerge dejándose arrastrar por las aguas, que en su compás…
la deslizan suavemente; por las orillas de un interminable torrente, dejándola caer en el precipicio de grandes, bellas y preciosas cataratas.
Ahora el alma yace libre, libre en la inmensidad; ahora puede extender sus alas y volar…
Ya no tiene la tumba que la cubría, ya no tiene la carne que deseaban aquellos carniceros; por fin es ¡Libre! ¡Es libre! ¡Ya no tiene límites! ¡Puede atravesar fronteras! Pero… no sabe hasta dónde llegará.

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