lunes, 13 de octubre de 2008

Demaciado entretenido


Demasiado entretenido el reloj de arena...

En casa de Tomasita, su padre, ya estaba harto de las elevadas facturas de teléfono. Las tarifas se cobraban por minutos, exactamente tres.

Un día se le encendió una luz. Seguramente que al pasar por un escaparate, acudió a él la feliz idea. El caso es que se presentó en su casa con la solución a sus muchos quebraderos de cabeza. Un reloj de arena con la cuenta de tres minutos.

Advirtió a su mujer que se controlara, que la mayoría de las palabras eran innecesarias. Allí estaba la solución, la panacea. El reloj, con un mecanismo al alcance de cualquier tonto, simplemente cambiarle de posición.

Fervorosa lo llevaba a rajatabla, su marido llevaba toda la razón, los gastos eran excesivos, y había que atajar por algún sitio. Tendría que aleccionar a Tomasita, a la que le gustaba sobrepasarse.

Y Tomasita aprendió bien la lección. Divertía hablar pendiente de aquel reloj de arena, dándole vueltas y más vueltas. No contribuiría mucho al ahorro, pero si para su armonía. Se ensimismaba en el paso de los granos de arena, de tal manera que ya podía soportar el discurso de la cargante de Ramona. También su mirada se perdía en el, de manera intensa, cuando Genaro le soltaba esos palabros que la hacían poner tan melancólica.

Ahora, para Tomasita, las sobremesas junto al teléfono duraban mucho más, su carácter se había apaciguado, y la factura aún estaba por llegar.

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