sábado, 22 de agosto de 2009

La razón o la pasión?


Lo dijo Hume y lo subraya Exotérico: "La razón ha der ser la esclava de nuestras pasiones". Pero ni la pasión -y mucho menos la razón- pueden insuflarse:somos esclavos de nuestro temperamento.

“Estamos programados para ser únicos”, es el último descubrimiento de hace dos años de los neurocientíficos, la cita está extraída de Eduardo Punset, lo que quiere decir que una gran parte de la razón es esclava, pero hay otra parte en que somos nosotros a través de la experiencia personal con que modulamos nuestra vida.

Básicamente no somos otra cosa que unas cuantas emociones básicas. La ansiedad nos permite estar alerta, pero el miedo nos paraliza, de estas emociones universales básicas, el amor, el odio, el asco, la rabia, hemos de entender que unas son más positivas que otras, aunque muchas veces unas no son sino la otra cara de las otras; en esto desde luego no nos diferenciamos tanto del resto de los mamíferos, incluso de la mosca de la fruta que tiene un sistema de aprendizaje parecido al de nosotros en los sueños, y es que soñando no interpretamos tanto, podemos ensayar y reaprender cosas que hemos oído durante el día.

Esa es la cuestión, si decidimos o no ser esclavos, tampoco todo se lo debemos única y exclusivamente a la genética, hay una parte de nosotros dice la neurología que depende de nuestra experiencia individual y que modulamos personalmente, y esa porción nos permite un grado de albedrío, no estamos programados solamente, sino que estaríamos programados “para ser únicos” o para ser nosotros mismos a partir de nuestra capacidad personal y nuestra experiencia creadora.

De esta forma la belleza es ausencia de dolor y es el mejor predictor de la salud, y obedece a un mejor metabolismo de la persona, y porque somos más bellos nos enamoramos de esa persona bella.

Podemos modular la experiencia y ésta nos permite tener un grado de libertad, pero lo que resulta en cambio es que podemos ser más infelices al ser más libres porque nos equivocamos más veces. Al equivocarnos y ser más infelices parece que la libertad y la inteligencia estuviesen reñidas o como si siguiese siendo la esclava de las pasiones pero no es así, podemos equivocarnos en un 50 %.

Somos de igual manera: mente, cuerpo y emociones, las tres cosas. El equilibrio de todas ellas es necesario.

La gente parece que tiene esa capacidad infinita de ser infeliz, pero no porque nos equivoquemos más veces o mintamos más veces, ya que el lenguaje no se expresa claramente, sino porque el mismo cerebro humano tiene la manía -tenemos los humanos la manía- con el lenguaje de no admitir disonancias, de no admitir el punto de vista de lo que vaya en contra de nuestras convicciones más profundas.

Con Hume se inaugura el pensamiento empírico, la corriente del naturalismo, donde el “debe ser” sigue o se deriva del “ser”, el “Is Ought passage”, y se crea la falacia naturalista, cuando se deriva el deber ser de todo ser. Pero a pesar de todo lo que representa de progreso para el pensamiento inductivo aquí, hay algo en este naturalismo que yo no puedo aceptar del todo. Y es la sospecha de que lo natural también resulta definido por un conjunto de valores morales previos inculcados en la naturaleza, en la tradición base de una sociedad antigua. Más bien lo natural también está envuelto en este proceso evaluativo de la vida que ha adoptado una serie de formas y valores, esto ya lo supieron ver las últimas filosofías analíticas del lenguaje de Searle y Frankena, al hablar de la falacia de la falacia naturalista.

Y si esto lo extrapolamos a las emociones naturales resulta que casi ninguna emoción es natural o está desatada de algún escrúpulo moral o religioso en su raíz, por lo que es el valor que le damos a ellas lo que nos permite crearlas y manifestarlas, nuevamente la razón sin imponerse por ello, juega sin embargo un papel decisivo sobre ellas. Por tanto, no obedecen a ellas mismas, sino a valores de interpretación. Esto ya lo entendió Epícteto cuando dijo: “Las cosas no nos hace daño sino la interpretación que hacemos de la cosas”

Por ejemplo una emoción cómo el desprecio, no sabemos el impacto tremendo que puede causar en el ser humano, se le está echando de la cueva, se le está diciendo claramente que se le arroja a la muerte.

Y a veces no somos conscientes del daño que somos capaces de causar y del poder de influencia que tenemos sobre los otros seres humanos. Así que seguimos educando a los niños sin decirles que si desprecian a otros niños le hacen un daño muy grande, cuando se podría evitar educando en estas emociones que son básicas, y sin embargo estos niños se siguen despreciando entre ellos. Es por ello necesario que actue la razón también, que gestione el sentido y la interpretación de las emociones. Se trata de una mínima regulación, de un componente extraempírico si se quiere o autorreflexivo, que nos sirve de guía.


Eduardo Punset dice:
El futuro, lo poco que hay de futuro lo fabricamos también en base al recuerdo.
Yo estoy encantado también de que 70 años después se siga hablando de las tumbas de la guerra civil.
Qué triste que a veces no sepamos enterrar el pasado o que siga ahí enterrado casi casi sin nombre, casi sin recuerdo.
Este es uno de los inconvenientes de funcionar sólo con el pasado. Pero por otro lado nos alerta de la importancia que tiene la memoria.

Hoy los neurólogos están llegando a la conclusión de que la capacidad creativa, de innovación de la gente, de una persona, depende báscamente de dos cosas: de la memoria porque todo arranca de allí y de la atención, de la capacidad que uno tenga para atender.

Y esto es fundamental.

Estamos consiguiendo que distintas arquitecturas cerebrales, hombre y mujer, por ejemplo, cuyas arquitecturas son distintas, gracias a la atención, al grado de atención que uno puede poner más que el otro, al final resulta que el coeficiente intelectual o el coeficiente de innovación o de creatividad puede ser idéntico.

Somos la última ola del inmenso océano cósmico, por que somos como somos, hace nada menos que 400 años hemos descubierto que ni el planeta ni nosotros mismos somos el centro del universo. O uno tiene su estructura emocional muy bien amueblada o se frustra absolutamente.

Hace 400 años Copérnico explicó muy sabiamente que la Tierra no será el centro del universo -debió de ser terrible-, de pronto la gente que se encontró que no tenía domicilio fijo, de que estaba montada en una roca que iba a 250 kms por segundo del espacio.

O sea que no éramos el centro de nada, ¿no? Estábamos en una especie de planeta, en una estrella mediana, de una galaxia mediana, en la parte exterior de la galaxia. Es tremendo descubrir de pronto que no tienes casa ¿no?, de que no eres el centro de nada.

Y bueno tanto ha costado aceptar esto que aún hoy hay muchísima gente que sigue creyendo que es el centro del mundo. Que dice: Yo, yo, yo.

Es la hora de escuchar y no de soltar el rollo. ¿Les hemos soltado nuestro rollo o hemos intentado saber qué les pasaba por dentro a esas personas con las que hablamos o nos dirigimos para poder saber cuáles son sus capacidades y sobre todo sus cualidades innatas que es de lo que se trata.

Muy pronto la conciencia de la gente se verá aplastada cuando tenga que aceptar que lo único con lo que vienes al mundo son las emociones básicas y universales y que no sólo hay que conocerlas sino intentar un poco gestionarlas.

No se preocupen tanto los políticos de lo que llaman ellos la educación en valores. Cualquier tipo de educación que hagan sobre valores será siempre sospechosa de valores de derecha o de valores de izquierda, sobre todo en países ideológicos como el nuestro.

Pero mucho antes que los valores, en el mismísimo nacimiento lo único que hay son las emociones básicas. Y nadie les ha enseñado a distinguir entre la ansiedad, que facilita el estar alerta delante de un exámen o un viaje, y el miedo, un miedo corrosivo que no deja crecer las uñas, interrumpe la menstruación de las mujeres y el crecimiento de los jóvenes.

Y nadie sabe, nadie sabe el impacto terrible que tiene el desprecio de una persona sobre otra persona. Porque en la historia de la evolución, en esa evolución de la que somos la última gota de la última marea o de la última ola del mar cósmico, en esta evolución al que despreciábamos lo echábamos de la cueva y era por tanto sinónimo de muerte, era la muerte segura.

Y sin embargo como no le decimos nada a los niños, cuando van creciendo siguen despreciándose unos a otros.

Una de las grandes cosas que hemos demostrado ahora mismo hace 2 años es que estamos programados para ser únicos. Es decir, estamos programados en el sentido de que nuestros genes definen el potencial de un desarrollo del cerebro por ejemplo pero cada experiencia individual deja una impronta, deja una huella indeleble en nuestro cerebro de manera que ya no somos solo el fruto de lo heredado, de la genética, sino también de lo modulado por una experiencia individual y en este sentido grandes neurólogos de ahora dicen: “Estamos programados, sí pero estamos programados para ser únicos”. Es decir, que el grado de libre albedrío, de libertad, parecía que es mayor de lo que habíamos pensado hasta ahora. Ahora bien, como somos más libres también nos equivocamos más.

O sea, en materia de gestionar emociones hay una gestión de procesos automatizados que los gestionamos como los reptiles, a nadie se le ocurre sudar en el polo norte, normalmente pasas frío. Y estos procesos automatizados funcionan muy bien. La digestión por ejemplo. En cambio cuando tengo que decidir yo a raíz de una experiencia individual, me caso o no me caso, tengo un 50 % de posibilidades de equivocarme.

Es por eso que la gente está más infeliz o es por eso que la gente genera esta capacidad infinita para hacerse infeliz, porque ahora es más libre y se puede equivocar más veces.

Yo le digo que no, no, no puede ser sólo eso. Yo creo que esto tiene mucho que ver con la manía que tiene el cerebro nuestro de no admitir disonancias, de no admitir el punto de vista que vaya en contra de lo que son nuestras convicciones profundas.

Cuando hablamos del origen del lenguaje estamos hablando también del origen del cerebro humano.
La inteligencia nace para manipular o para ayudar al vecino. Esperemos que sea para lo segundo.

La capacidad no sólo de discernir sino de comunicar, de verbalizar los sentimientos, los enfados, los momentos tristes son lo que nos diferencia, lo que marca la diferencia en nuestra vida.

Cuando mencionábamos antes la atención y la memoria como requisitos indispensables para sobrevivir, la tercera cosa es el lenguaje, que no habíamos mencionado, es el idioma.

Es el poder comunicar. Pero también es cierto que el lenguaje aparece mucho más tarde de lo que creíamos.

O sea lo que aparece primero es una especie de quejido, de ruido, a lo mejor teníamos algún instrumento parecido a las castañuelas, que podía crear un cierto ritmo.

Lo primero que existió fue una especie de consenso entre la manada de homínidos, del austrolopitecus o lo que fuera, se pusieron de acuerdo en 3 o 4 cosas y cuando ya las tenían -voy a ser cariñoso, o voy a vigilar que no nos invada nadie en la tribu- entonces hizo falta realmente sacralizarlas, teatralizarlas, escribirlas o decirlas ¿no?

Y fue cuando aparece el lenguaje. Y aparece muy tarde y básicamente para confundir al vecino, para que no se entere básicamente de lo que está pensando.

El lenguaje se dice sirve para entenderse, pero no es verdad. La gente lo que hace con el lenguaje es intentar confundir a los demás, el no decir claramente. Porque mentir es muy pesado, es muy engorroso, mentir conscientemente cuesta muchísimo, hay gente que hasta se pone colorada. Cuando se quiere mentir hay que mentir inconscientemente si no, es mejor no saberlo.

La belleza es el mejor predictor de salud. Ahora sabemos que la belleza es ausencia de dolor. Significa que el cuerpo y el nivel de fluctuaciones asimétricas que apunta su metabolismo funciona muy bien y entonces esto hacía que te enamorases de esa persona.

En el sistema de las emociones básicas universales, el amor, el odio, el asco, la rabia, en todo esto somos muy parecidos al resto de los mamíferos y hasta de la mosca de la fruta.

Ahora estamos aprendiendo que los sistemas de aprendizaje por la noche cuando se sueña son muy parecidos a los de la mosca de la fruta. Y gracias a ellos hemos aprendido que soñando no interpretamos tanto y no podemos interpretar el futuro, pero en cambio sí podemos ensayar, sí podemos reaprender cosas que hemos oído durante el día.

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